21.6.12

Dinosaurios en la tierra roja de Tara

Lo que el viendino se llevó… y lo que no pudo llevarse

Era la millonésima vez que la ponían en la tele y… ¡volví a verla! Supongo que tiene el encanto que sólo poseen las obras maestras del cine: magnetismo, fascinación y un ejemplo del saber hacer de productores, directores (que tuvo cinco) y actores.

Sea como fuere, merece la pena repetir. Siempre hay una frase o escena que uno redescubre. Yo, por ejemplo, nunca había reparado en esa en la que Scarlett O’Hara corre en busca del médico cuando Melania está a punto de dar a luz. Llega a la estación de ferrocarril de Atlanta y allí, a pleno sol, envuelta en polvo y sudor, contempla la visión dantesca que ofrecen miles de hombres heridos, esparcidos por el suelo. No sé porqué, pero me vino a la mente el yacimiento de Lo Hueco: cientos de dinosaurios apresados en una trampa mortal, sepultados en el barro, cubiertos por la tierra roja de… ¿Tara? Bueno, dejémoslo en Fuentes. El terruño es el terruño, para Scarlett y para una servidora.
Y recordando también aquel eslogan de mayo del 68, la imaginación al poder, aquí va mi sátira sobre esta película y dos personajes muy conocidos de nuestra actual vida política. Por supuesto, cada uno es libre de adjudicar esas personalidades a Melania, Scarllett, el capitán Rhett Butler o Ashley Wilkes…

“En algún lugar de Tara-Dino, disfrutando tranquilamente de las horas centrales del día, hay un saurópodo feliz. Hasta que….
-¡Hola Presi! Sabía que te encontraría aquí. ¿Qué haces en esa postura? Así que es cierto…Últimamente todo el mundo comenta tu manía de caminar con la cabeza debajo del ala.
-¡Hola Dino-lores Cospedal! ¡Ven, acomódate a mi lado! Te veo estresada. Quizás por los abucheos del Corpus-Dino en Toletum… ¡Pobrecita! Pon las manos así y repite conmigo: Yo busco la paz, quiero ver si consigo hallar algo que tenga un poco de encanto y dulzura en la vida…
-¡Vale! Vengo de compras y siempre que estreno un sombrero se me borran de la cabeza toda clase de cuentas y de números.
-¡Mejor! Déjales el trabajo sucio a los otros. Además, ahora que eres tan rica puedes mandar a todo el mundo al diablo como siempre has dicho que querías hacer.
-Sí. Me he dado cuenta de que el dinero es la cosa más importante del mundo y no estoy dispuesta a que me vuelva a faltar.
-¡Cuánta sabiduría en tus palabras! Yo añadiría que, aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre.
-¡Sosiego, Presi, sosiego, que mañana será otro día! Me voy. Ya he meditado bastante y tengo una reunión con algunos periodi-nos. ¿Qué quieres que les diga?
-Francamente, querida, me importa un bledo…”

Variadas y diversas son las teorías que tratan de explicar la desaparición de los dinosaurios. A mi me gustaría pensar que, al igual que en la Guerra de Secesión, fue el viento quien los borró de la faz de la tierra y se llevó consigo su forma de vida. Sin embargo, no pudo llevarse su recuerdo. En Cuenca lo sabemos muy bien.
La duda es si se equivocó, si mejor hubiera hecho llevándose otras especies posteriores.

Dinosaurios de andar por casa
Sonia Martínez Bueno

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